…Y una forma distinta de entender la educación de niñas y niños.
Con la que se pretende educar en la igualdad de oportunidades, derechos, valores, expectativas, normas, actitudes y comportamientos. La coeducación tiene en cuenta que hombres y mujeres somos diferentes, pero esas diferencias no deben generar la supremacía de un sexo sobre el otro sino permitir la construcción de nuevas formas de relación basadas en el respeto, la libertad de elección y la igualdad de derechos.
¿Por qué es importante coeducar?
Desde pequeños/as nos han contado sólo aquellas historias que narran las vicisitudes de los hombres, héroes, próceres, que conquistaron territorios, que vencieron en batallas, que escribieron importantes obras que trascendieron en el tiempo, que descubrieron, investigaron y contribuyeron a los avances científicos y tecnológicos.
¿Y las mujeres acaso no existían? ¿Dónde estaban? Las mujeres se encontraban en muchos ámbitos de la vida, sosteniendo la familia, educando a los hijos, trabajando en el campo, cultivando la tierra, y también en el campo de batalla, curando a los heridos, llevando agua a los valientes soldados, a los fuertes hombres de quienes nos hablan los libros de textos que hemos estudiado.
La mujer fue mostrada desde comienzos remotos de la historia como la débil, la sumisa, la incapaz de pensar por sí misma o de hacer cosas importantes, la que tenía que ser protegida por el hombre, primero el padre y luego el esposo, permanecer en el hogar para ser considerada una “señora”. Fue definida según los deseos y necesidades del otro sexo; y muchas mujeres lo creyeron, lo aprendieron, lo reforzaron y lo transmitieron a sus hijas e hijos.
En nuestros días, la mujer ha conseguido nuevos espacios y derechos. Sin embargo si se observa críticamente la realidad podemos ver que persisten las desigualdades y la discriminación en función del sexo. En el mercado laboral es mayor el desempleo femenino. Los puestos de trabajo ocupados por mujeres son, en general, menos valorados socialmente y menos retribuidos económicamente. De igual forma, las profesiones de mayor estatus social han sido las ejercidas tradicionalmente por los hombres. Los puestos directivos siguen siendo ocupados en su mayoría por hombres. Otro indicador de la desvalorización de la mujer, y sin duda el más alarmante, es la violencia en sus diversas formas, ejercida por hombres contra mujeres. De ahí la importancia de contrarrestar esta realidad desde la educación, comenzando en el hogar y desde edades muy tempranas del desarrollo.
¿Cómo llega la mujer a ocupar un lugar secundario dentro de la sociedad?
El sometimiento de la mujer al poder del hombre tiene relación con la creencia de que el sexo femenino es débil, necesitado de protección y cuidados. ¿Realmente esto es así? ¿Es una condición biológica o una construcción social que nos condiciona y/o determina para ser de una forma y no de otra?
El concepto de sexo se refiere simplemente a la diferencia biológica y fisiológica, que nos diferencian como personas con sexo masculino o femenino. El concepto de género se refiere al conjunto de expectativas que la sociedad le atribuye a una persona cuando nace, y son diferentes según sea mujer u hombre. Se trasmiten y aprenden mediante el proceso de socialización.
El aprendizaje del género es propiciado desde el nacimiento. La familia establece una relación diferente de acuerdo al sexo del recién nacido/a. Si es niña, en general, se la viste de color rosa, se le regalan muñecas con las que aprende el rol de madre y las tareas cotidianas que se realizan en casa. Esto es fundamental en su desarrollo como persona, pero lo que resulta cuestionable es que se limite el aprendizaje sólo a los roles tradicionalmente femeninos, reduciendo sus posibilidades de crecimiento y desarrollo en otros ámbitos ocupados principalmente por hombres.
En contraposición, al niño se lo viste de celeste, los juguetes que se le regalan son coches, armas, herramientas de construcción. Con estos aprende los roles ejercidos tradicionalmente por hombres en el mundo público. Las personas adultas trasmiten al niño mensajes acerca de lo que debe ser un hombre en esta sociedad; un mensaje frecuente es el que debe ser fuerte y no exteriorizar debilidades o sentimientos. Es frecuente escuchar frases como “los hombres no lloran\», \»a golpes se hacen los hombres”. Las actitudes violentas son más toleradas cuando provienen de niños que de niñas, e incluso justificadas como una forma “natural” de relación entre los varones. El uso de la fuerza física es aprendido como la forma de demostrar la valentía, e incluso la masculinidad. La habilidad de resolver conflictos a través de la comunicación verbal suele desvalorizarse ante el recurso de la violencia. De esta forma se limita o empobrece su aprendizaje emocional y el desarrollo de habilidades sociales que le permitan, más adelante, desempeñarse adecuadamente en el ámbito personal, familiar y social.
La 1º gran tarea como madres y padres
Educar tanto a niñas como a niños en igualdad de oportunidades y derechos ¿Cómo hacerlo? Algunas ideas:
- Fomentar juegos y juguetes no sexistas.
- No reducirlos a muñecas y autitos.
- Permitirles que jueguen juntos y a los mismos juegos. Que las niñas trepen, corran, se ensucien, jueguen al fútbol. Que los niños jueguen junto a las niñas a la casita, que representen el rol de papá mientras las niñas hacen de mamá.
- Evitar el rótulo “juegos de niños” o “juego de niñas”, en ambos se aprenden roles sociales que desempeñaran en el futuro.
- Enseñarles desde pequeños/as a participar de las tareas de la casa, que no sea tarea exclusiva de las niñas. Los niños también pueden y deben aprender a poner la mesa o hacer la cama. Algún día serán adultos y necesitarán saber hacerlo.
- Proporcionarles cuentos no sexistas, donde los personajes enseñan roles sociales alternativos y diferentes de los tradicionales. Por ejemplo: un papá que trabaja en casa y cuida de sus hijos/as y una madre que trabaja fuera de casa.
- Dirigirnos a niños y a niñas, desde su nacimiento, con igual tono de voz. Un tono de voz suave, dulce y delicado es válido para ambos.
- Permitirles llorar a ambos si se golpean o están tristes. Evitar “los hombrecitos no lloran” o expresiones semejantes.